Atemporal
Ropa desgarrada y arrancada cae al
suelo como hojas en otoño, como si fuera el último instante, como si se agotara
el tiempo, última oportunidad, enloquecedora forma de desearte, poseerte y
hacerte mía por siempre.
Lenguas convertidas en brochas,
empapadas en
pintura hecha de saliva, que
colorean cada rincón de
ese pergamino de la forma más
codiciosa y egoísta
posible.
Manos insaciables, caderas
danzantes, senos
colmados, entrepierna húmeda,
espaldas devoradas,
piernas convertidas en trampas
deseadas, cuellos
encendidos, nucas erizadas.
Respiraciones agitadas, gemidos
ahogados, temblores
incontrolables, espasmos, muslos
resbaladizos, desenfreno
descontrolado, latidos que
explotan en el pecho, uñas
caníbales devoradores de piel.
Mirada perdida, compartida,
cómplice, unión, fusión,
barniz hecho de sudor, lava en las
entrañas, besarse
hasta adormecer los labios,
muriendo, entregando la
vida, dulce agonía.
Saciando la sed tan solo mirando,
cerrar los ojos para
tan solo escuchar, baile
endemoniado, robándose
cada uno de los rincones del alma,
reloj congelado en
la pared, sin día, sin noche, sin
tiempo.
Adueñarnos hasta de su sombra,
despojándose de
todo, cataratas de sensaciones,
ríos de sabores,
avalancha de aromas.
Despertar desnudos con aroma a
café y olor a piel,
sabanas desordenadas aun
calientes, almohadas
sudadas, solo existen los dos.